Eran las tres y media de la tarde del 17 de octubre, cuando la Señorita Seguridad se acercó a la puerta, alguien había tocado.
Tanto se convive con la inseguridad que uno termina acostumbrándose a ella. Así fue como ella abrió el acceso a la fábrica sin preguntar quién estaba al otro lado.
Cuando abrió la hoja metálica, una pistola le hizo ver el error que había cometido. Detrás del primer hombre armado entraron otros 19.
Tomaron las bicicletas y una por una las subieron a los camiones de carga. El diario Reforma reporta datos que ha recopilado por medio las entrevistas hechas a las víctimas: pudieron ser 5 o 6 “torton”, señala el rotativo.
Ahí se van los sueños de miles de niños que esperan su bicicleta en navidad. Les llegarán a sus manos, eso es seguro, e incluso a un precio más barato para “Santa Claus” o “Los Reyes”, aunque esto le cueste pérdidas abundantes a la industria mexicana de la bicicleta.
Casi tres horas después, cuando los empleados ya no escuchan más ruido de motores, se levantan, se sacuden el terror y el coraje. Salen poco a poco para ver el desastre.
Las bodegas se ven raquíticas, las horas de trabajo se han ido al carajo. Todo por que así lo decidió una banda de 20 ladrones que pueden hacerlo fácil porque saben que en la calle ningún policía hará bien su trabajo.
Han hecho el robo perfecto. Y seguirá siendo perfecto hasta que no sean encontrados y las bicicletas devueltas a Grupo Oriental S. A.
Ahora las bicicletas estarán en otra bodega, añejándose para cuando sea oportuno sacarlas a la venta.
Cuando la ilusión se convierta en pedidos y ganancias numerosas para los rateros, mientras tanto, el país sigue perdiendo.