El feminismo me tomó desprevenida, nunca había escuchado de él y lo descalifique apenas se me puso enfrente.
Texto y fotos: Mariana Orozco Camacho, directora de Movilidad en la SEDATU
Las reflexiones de mis colegas me parecieron exageradas ¿Machismo en el movimiento ciclista? ¡Ilógico! Pensé.
En ese entonces, formaba parte de los liderazgos que promovían el uso de la bici como modo de transporte en México y bastaba con ser mujer en una situación de poder y privilegio para descalificar su señalamiento.
Aceptar que esa fue una actitud machista y que otras tantas aún presentes en mi cotidianeidad lo son, me tomo tiempo y trajo consigo confusión, enemistades y dolor.
Sin embargo, conforme fui informándome, los posicionamientos y consejos de voces sororarias y solidarias hicieron sentido y hoy estoy en un proceso de deconstrucción.
Entendí que sin darnos cuenta violentamos la dignidad de la mujer en comparación con la del hombre, y que este hecho injustificado no es una cuestión personal, sino un problema social que está presente en casi cada acción de la sociedad contemporánea.
El machismo no solo es de hombres
Saber que hombres y mujeres lo hacemos por igual; hizo que el incómodo pero necesario desaprendizaje fuera más sencillo.
De manera gradual, repensé y modifiqué mis convicciones, hábitos y formas de relacionarme conmigo misma; así como con otras mujeres y hombres.
A distancia, aquellos señalamientos hechos por mis colegas ciclistas feministas tomaron sentido; quizá ellas no lo sepan pero esa conversación fue solo el inicio de ese proceso que aún está en sus comienzos.
Aunque me asumía como parte de la lucha por la paridad, conmemorarlo de manera pública no fue una decisión sencilla.
La bicicleta como medio
Fue mi vieja compañera y herramienta en la lucha para ser yo misma, la que lo hizo todo más fácil; la bicicleta me llevó a un grupo de mujeres que rodarían en la marcha #8M2020.
Consolidarnos como contingente de mujeres ciclistas fue más sencillo que entender que lo personal es político, un grupo de whatsapp llevó a otro y bastó con observarnos y respetar el flujo natural de las conversaciones para coordinarnos.
No implicó mucho tiempo, las habilidades y personalidades de cada de las integrantes del grupo aparecieron de manera orgánica dando lugar a una negociación constante en la que se escucharon y respetaron las propuestas, preocupaciones y ritmos de todas.
El trabajo en red lo hizo todo más sencillo, sin control en la interacción o centralización de la información por alguna persona en particular, nos fuimos conociendo y reconociendo.
Definir la dinámica y los puntos de encuentro fueron los grandes retos, comunicarlo un desafío menor.
Nombres que resultaban familiares y otros que aparecían por primera vez le dieron configuración a un objetivo en común: visibilizar a las mujeres ciclistas en el movimiento global que exige que todas las mujeres puedan gozar de todos sus derechos.
El contingente de mujeres en bici
Llegó el día, sin experiencia en las marchas feministas, tomé de mi clóset lo más morado y verde que tenía y junto a mi bicicleta me dirigí a Av. Revolución y Calle 10; en la Col. San Pedro de los Pinos.
Mientras rodaba pensaba en Joselyn, una mujer que a sus 23 años se convirtió en un número más de los tantos que reportan el final de la historia de alguien que decidió transportarse en bici.
Un grito femenino me sacó de mi trastocamiento, “¡Adiós Chula, nos vemos en la marcha!”, una amiga con el rostro pintado de verde me sonreía desde su bicicleta.
El sentido de pertenencia se despertó, supe que me dirigía al contingente más adecuado para el momento y las preocupaciones que estoy experimentando.
Con emoción, me topé a los pocos metros con otra de las siete ciclistas que nos congregaríamos debajo de la “bici blanca” que aún espera entre hollín, ruido y ozono, la reacción de las autoridades de los tres órdenes de gobierno para evitar más muertes viales.
“¿Cómo te llamas? ¿Andas en bici siempre? ¿De dónde a dónde te mueves? ¿Ya te atropellaron? ¡Yo ya me caí una vez, pero aquí estoy de nuevo!” fueron algunas de las frases que nos hicieron romper el hielo y sentirnos en confianza para rodar juntas a encontrar a las ciclistas que se reunirían en otros puntos de la CDMX.
La Plaza Río de Janeiro nos recibió a los diversos y pequeños contingentes con energía femenina entre gritos y sonidos de timbres de bicicleta, unas sacaron las mantas, otras a pintar, una más a ponerse al día entre conocidas y planear más acciones en el marco de la conmemoración.
La señal de “El David” con un pañuelo verde en la rodilla nos indicaba que la manada, conformada por unas cincuenta ciclistas, estaba lista para dirigirse al Monumento a la Revolución.
La emoción que me provocó ver las calles llenas de mujeres sonrientes, llenas de orgullo y energía reafirmo mi adhesión a la lucha y se consolidó en las dos vueltas que dimos por las calles que rodean la Plaza de la República sobre nuestras bicicletas.
Los distintos contingentes hacían uno solo interminable y en él, comencé a reconocer rostros ¡Qué ganas de estar en todos y dar cada una de las batallas!
Comenzamos a posicionarnos al final de la infinita fila bicolor para no molestar con nuestros vehículos, pero el esfuerzo duró poco, terminamos recibiendo el remate de la marcha justo detrás de nosotras.
Nos hicimos “bicibles”
La multitud, los estragos del sol y la temperatura, comenzaron a desesperar a las que estamos acostumbradas a ejercer el liderazgo apoyadas en algún tipo de poder.
Nos observamos para reconocer la personalidad propia y conocer la de las compañeras.
Ante la adrenalina y tensión que generaba la presencia policial, las pintas y el humo, así como algunas miradas de desaprobación por caminar junto a nuestros vehículos, nos inspiramos en las voces que se alegraban de la presencia ciclista y entre silencios y acciones, encontramos juntas la fórmula consensuada para feminizar la reacción y acción del contingente; haciéndonos “bicibles” como parte del movimiento.
Sin miedo pedimos que se nos diera un espacio, ese espacio que constantemente se nos niega en las calles y gritamos al unísono que todo ardiera.
¡Fuimos todas! La bicimensajera, la mamá en bici, la trabajadora, la estudiante… Ya no soportamos que nos sigan matando por el simple hecho de ser mujeres y movernos en bicicleta.
Aunque claudicaron unas cuantas en el camino, otras mujeres en bici se fueron sumando y logramos representar a las ciclistas caídas y a las que cada día nos enfrentamos a la violencia vial.
La negociación, el cuidarnos entre nosotras y la paciencia le ganaron a la imposición, el miedo y la intolerancia.
Llegamos juntas al Zócalo y entre performances y consignas, rodando por las calles que rodean la Plaza de la Constitución, mostramos las peculiaridades, diversidades y necesidades de la mujer ciclista en la lucha feminista.
¡No estamos solas!
Al disolverse el contingente, los mensajes de todas llegando a casa y avisando en el grupo que estábamos bien nos hizo recordar que el desafío está ahí.
Ahora sabemos que no estamos solas, que aunque algo está mal, tejimos nuevas redes y en ellas existen aliadas en bici, que también tienen más aliadas, y que juntas podemos cambiarlo replicando lo aprendido en nuestros espacios; gracias a esta rodada y marcha feminista.
Regreso al trabajo junto a un gran equipo con el que estamos haciendo hasta lo imposible por posicionar las necesidades de peatonas, ciclistas y usuarias del transporte público en los proyectos y políticas a nuestro cargo; así como los derechos más básicos de las personas que laboramos ahí.
A pesar de que la fuerza laboral en SEDATU es significativamente femenina, la participación de las mujeres en la toma de decisiones al respecto de las materias que determinan la movilidad en el territorio, tales como las del transporte, el tránsito y la infraestructura vial, así como las medioambientales, se enfrentan a inercias sistemáticas patriarcales complejas que es urgente romper.
Como mujer ciclista, activista, funcionaria pública y amante de lo público, quiero dar lo que sé para generar caminos igualitarios en ambas vías; he dejado de creer en lo que el mundo dice para darle la oportunidad a mi propia experiencia.
Hoy abrazo más que nunca mi forma de ser y confío en lo andado.
De feminismo se poco, lucho cada día por no repetir las conductas machistas que introyecté en el pasado y agradezco a esas mujeres que me abren los ojos y por las que hoy me asumo como feminista.
Y dicen que el feminismo, como andar en bici por la ciudad, una vez que lo experimentas es difícil soltarlo y hacer como si nada pasara.
Excelente relato del histórico movimiento feminista
Nadie mejor que tú mi querida y admirada amiga
Mucho te debemos lo hecho por la Movilidad Sustentable desde Bici red hasta la Dirección de Movilidad
Recuerdo tu impetu por impulsar el Ciclismo de aquel Taller de Aguascalientes dónde entendí ser ciclista urbano y que no estábamos solos , también me da alegría ver qué en mi ciudad Saltillo, cada día más se nos unian mujeres a las rodadas y aún admiro y me alegra ver chicas que se v dirigen a sus escuelas rodando su bici
Reitero mi admiración y cariño mi estimada Mariana Orozco ???????
[…] Formé parte del contingente ciclista tomando el espacio público que nos han arrebatado, para subrayar la intersección entre la violencia de género y el actual modelo de movilidad. […]