El 04 de agosto recibí en mi WhatsApp el siguiente mensaje: “Oigan, ayer atropellaron a Eduardo Rentería, de Torreón, mientras regresaba a su casa en la bici”.. De inmediato se hicieron ver las muestras de apoyo y cariño de amigas, amigos y conocidos.
Texto: Mariana Orozco Camacho, directora de Infraestructura Urbana Básica SEDATU.
No dejábamos de preguntarnos cómo ayudar, al tiempo que surgían las propuestas.
Desde enviar un boletín de prensa y buscar un acercamiento con el alcalde, hasta realizar un peritaje ciudadano para esclarecer el hecho y armar una intervención de urbanismo táctico para modificar el cruce y minimizar riesgos.
También pensamos en difundir el caso a nivel nacional para obtener apoyo y asesoría legal para ayudar a su familia en la recuperación.
¿Qué harían por mi si me atropellan?
Ese día le pregunté a ciertas personas ¿qué harían si me atropellaran y muero o quedo herida de gravedad? La mayoría se limitó a responder “me pondría muy triste”.
Me dolió la normalización de la violencia vial entre familiares y amigos, mis sueños y ambiciones serían parte de las más de 17 mil historias que terminan al año en nuestro querido México como consecuencia de choques y atropellamientos; pero para ellos no hay nada que se pueda hacer al respecto más que la resignación.
Nosotros en cambio, intentamos hacer de todo para que el hecho no pasara desapercibido y que los planes de Eduardo no se difuminaran.
Momento de actuar
Entre los pocos ratos libres que nos dejaba el trabajo y nuestro día a día, se tejió una red de voluntarias y voluntarios de todo el país, que desde sus capacidades y aptitudes, pusieron toda la actitud para movilizar energía.
Quizá sentíamos que un poco de ese empuje le llegaría a Eduardo para ayudarlo en su recuperación o a lo mejor pensábamos “mañana puedo ser yo; esto es mi obligación”.
Pasar por el hospital, acercarle a sus familiares el “colchón anti-llagas” o llamarles para ofrecer ayuda con el proceso de la denuncia; todo era poco comparado con el dolor de saber a uno de los activistas más comprometidos con la agenda de movilidad urbana sustentable en el país conectado a una sonda pleural.
Bajo el hashtag #lavelocidadmata se urgió en redes sociales a las autoridades de los tres órdenes de gobierno a tomar acciones concretas.
Si México tiene el compromiso de reducir en 50% el número de muertes y lesiones por choques ¿por qué no hacer hasta lo imposible para que Eduardo fuera un caso de éxito en el marco del Decenio de Acción para la Seguridad Vial?
¿Es tan inimaginable visualizar las calles mexicanas sin una sola muerte a causa de un choque o un atropellamiento? ¿Por qué nos resultan tan normales las lesiones de gravedad de las personas que se ven involucradas en un hecho de tránsito?
¿Por qué ningún tomador de decisiones ha aprovechado, la ya organizada red de organizaciones civiles, privados y ciudadanos alrededor de esta tragedia nacional, para capitalizar (políticamente hablando) su actuar a favor del respeto a la vida en las calles?
La “Visión Cero” pareciera aún lejana para este país. La sociedad mexicana aún no ha conocido a la autoridad que implemente una política pública de seguridad vial; aún es un plan sin concretar en muchas ciudades del país y a nivel nacional.
A pesar de la fuerte movilización e impacto en medios, ninguna autoridad se responsabilizó por lo ocurrido, por lo que diversos ciudadanos, encabezados por el colectivo ciclista “Ruedas del Desierto” y con el apoyo de expertas y expertos en diseño vial y el IMPLAN de Torreón, decidieron ir más allá de las redes sociales y los medios de comunicación.
De la teoría a la acción
Se organizó una intervención de “urbanismo táctico” en la intersección en la que ocurrió el “accidente” de Eduardo. El boulevard Constitución y la calle Acuña de la Ciudad de Torreón se volvió por unas horas un lugar más seguro para las personas que transitan por ella a pie, en bicicleta o en vehículos motorizados.
Bajo el hashtag #diseñovialsalva se buscó posicionar en la mente de nuevos actores que es posible prevenir las muertes y lesiones de gravedad si se modifican y diseñan las calles de nuestras ciudades con los elementos adecuados para priorizar la movilidad activa y ordenar el tránsito de todos los actores que circulamos en la vía pública, para evitar los hechos de tránsito o al menos hacerlos menos aparatosos para no morir atropellados en nuestros traslados que hacemos a pie o en bici, o en choques fatales en auto provocados por el exceso de velocidad.
Como es de esperarse, el tema legal pasó a segundo plano tanto para la familia de Eduardo como para él mismo, ante este tipo de situaciones cualquier individuo prefiere dedicar energía y tiempo a lo importante. Quizás Edy esperaba que el Estado, a través de los sectores involucrados, le garantizaran el derecho a la vida y a la salud mientras se encontraba postrado en una cama de hospital.
En cuanto al rediseño de la intersección en donde ocurrió el hecho de tránsito, continúa en evaluación por la autoridad municipal, así como la modificación de otros puntos conflictivos en la ciudad propuestos por la ciudadanía.
La viabilidad tendría que llegar antes de que el actual presidente municipal deje sus funciones, ya que de lo contrario, se tendría que iniciar un nuevo proceso de sensibilización con las autoridades entrantes.
La voluntad política en materia de seguridad vial no llega a Torreón, en donde, como en más ciudades mexicanas, se suman muertes y lesiones viales, por hechos que pudieran ser de menor gravedad.
Después de dos meses, Edy escribió por su propia mano para decirnos que los cuidados de neurólogos, neumólogos y traumatólogos han surtido efecto.
No lo operarán del pulmón como se tenía planeado, y aunque su clavícula y radio aún requieren paciencia para sanar, él se lee tranquilo y enfocado en su recuperación.
Mientras el saber a Eduardo entre nosotros me llena de alegría y energía, se espera que el país tenga pronto un nuevo marco normativo a nivel general en materia de Seguridad Vial.
Sí ya sé que pensarán, ¡una Ley más para que no se cumpla! ¿Qué tiene que ver este nuevo instrumento con el “accidente” de Eduardo?
¿Serviría de algo una Ley de Seguridad Vial?
Muchos colegas activistas del ciclismo urbano prefieren no complicarse en la búsqueda de respuestas a estas cuestiones.
Ya sea porque lo han intentado previamente sin resultados positivos o porque no confían en sus autoridades, por lo que prefieren no involucrarse en el impulso de políticas públicas.
Se considera como una pérdida de tiempo y recursos las gestiones que implican el llegar a un consenso con una o un tomador de decisiones que no está convencido de requerir una manera totalmente diferente de diseñar y financiar las vialidades.
Para muchas y muchos resulta más atractivo y redituable realizar actividades de ciudadano a ciudadano con base en los resultados hasta ahora obtenidos; aunque el impacto se de a otra escala e implique que el problema siga creciendo a nivel nacional por falta de acción de la autoridad.
Sin embargo, es necesario señalar que la expedición de la una ley general en esta materia le daría el carácter vinculante a las exigencias de quienes han sido víctimas viales en el país, como Eduardo, al igual que a sus familiares, amigos y activistas de la seguridad vial.
La gestión de dichas acciones tendrían un marco legal que obligaría a las autoridades de los tres órdenes de gobierno a implementar acciones que busquen la protección de la vida y la integridad física de todas y todos los que nos desplazamos día a día por la vía pública del país, independientemente del modo que elijamos.
Actuar más allá del mero discurso
Es difícil imaginar la aplicación inmediata de un nuevo enfoque de prevención, sin embargo es posible disminuir los factores de riesgo a través de la paulatina generación de sistemas viales seguros; es hora de dar un primer paso después del discurso.
Si ya se ha señalado que un buen diseño vial no solo salva vidas, si no que le devuelve a las calles su condición de espacio público para propiciar la regeneración de ese tejido social tan urgentemente necesario en el país, ¿qué estamos esperando para hacerlo obligatorio?
Quizás con un marco legal de seguridad vial a nivel nacional Eduardo hubiera podido contar con el apoyo de un órgano especializado.
Mientras él se recuperaba, una Agencia Nacional de Seguridad Vial se hubiera encargado de esclarecer su caso y determinar qué es lo que se tiene que hacer a nivel municipal, estatal y federal a través del Sistema Nacional de Seguridad Vial, para garantizarle a él y a todos los usuarios de las vías públicas un desplazamiento seguro.
Además las recomendaciones se pudieran implementar y no quedarse en buenas intenciones para la prevención de muertes, lesiones y discapacidades a causa de hechos de tránsito; gracias a la existencia del Fondo Nacional de Seguridad Vial.
La Nueva Agenda Urbana impulsada por la ONU no se va a implementar sola, la reducción de hechos viales, y su nivel de impacto, requiere de la coordinación de los tres órdenes de gobierno y de una sociedad civil preparada para la complejidad de impulsar ciudades inclusivas, seguras, sustentables y resilientes.
Quizá la Ley General de Seguridad Vial podría ser ese eslabón que falta para que autoridades y ciudadanos impulsemos de una vez por todas esas calles y ciudades humanas que tanto hemos anhelado.