No hay anuncios en televisión donde se vea a un galán de 40 años con unas cuantas canas y lentes de sol manejando una bicicleta mientras las mujeres giran a verlo.
Tampoco una industria multimillonaria detrás de este vehículo de dos ruedas que haga todo lo posible porque se sigan vendiendo unidades para llenarles el tanque.
No pagan impuestos por transitar, quien las maneja no necesita de una licencia de conducir.
Por más que han intentado decir que es peligrosa, representan menos del 1% de las muertes por incidentes viales. Así que las aseguradoras no encuentran un negocio rentable en ciclistas.
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La bicicleta, como vemos, no favorece a la industria petrolera, a los seguros, a las agencias de publicidad… ¡Sólo beneficia a quien las usa!
Un producto que no se deprecia, que no pasa de moda, que con una calidad media puede durarte literalmente toda tu vida y la de una persona más, ¿qué cabida tiene en un sistema cien por ciento capitalista?
Quizá los tomadores de decisiones, dígase políticos, están esperando encontrar la fórmula que les de un “retorno de inversión” para invertir en la infraestructura ciclista e incentivar fuertemente su uso en las ciudades.
Si es así, lo primero que deben entender (tómenlo como un consejo si me están leyendo) es considerar que la bicicleta viene de otra naturaleza. Se hizo para no generar costos.
La bicicleta se hizo para ahorrar
Ahora, si le damos otra perspectiva a este punto, podemos decir que la bicicleta se hizo para generar ahorro.
Y el ahorro que genera beneficia a quien la usa y a la ciudad, estado y país que la impulsa. No es una idea que tenga en mente, hay datos concisos de países que ya le vieron el lado económicamente bueno a la bici.
La Liga Americana de Ciclistas (una de las organizaciones más antiguas del continente), en conjunto con otras organizaciones no gubernamentales, presentaron en 2012 al gobierno de Estados Unidos un estudio en el que demostraban que los estadounidenses podrían ahorrar 7.3 billones de dólares al año en combustible, con el simple hecho de usar la bicicleta para una cuarta parte de sus trayectos que hacen en carro.
Digamos, ir al cine en tu colonia, al bar, al gimnasio, en bicicleta; y usar el auto para el resto de tus actividades.
Este dato puede que no le guste mucho a las gasolineras, ni a los políticos que aún tienen como promesa de campaña “construir más refinerías”.
Pero entonces, qué beneficio tan grande le han visto países desarrollados a la bicicleta como para invertir en ella.
Por qué países ricos sí le apuestan a la bicicleta
Christian Tan Jensen, miembro de la Federación Danesa de CIclismo, señala que la bicicleta puede ser económicamente atractiva para el gobierno, siempre y cuando los proyectos ciclistas que se les presenten contengan mayor y más variados parámetros.
“En primer lugar es importante desarrollar un modelo de tránsito que sea capaz de proyectar los flujos de tráfico entre distintos modos de movilidad, incluyendo la bicicleta.
“En segundo lugar, necesitas calcular unidades de precio por cada kilómetro recorrido en bicicleta, para un rango de parámetros como contaminación, salud, etc.
“Entre más parámetros se incluyan, andar en bici obtiene ventajas mucho más grandes sobre otros modos de transporte, como por ejemplo, el automóvil”, explica Tan Jensen.
En los detalles está dios o el diablo. Y así pasa con la bici. Si sólo se toma en cuenta que mover una bici cuesta menos que un carro, porque la primera no usa combustible, vas a dejar a un lado una decena de parámetros que te dicen todo el beneficio económico que te daría mover a más gente en bici.
Valdría la pena que las personas que están tocando las puertas a los tomadores de decisiones, se especializaran en los detalles que hacen de la bicicleta un elemento económicamente atractivo, y así, hacerla sexy inclusive para los gobiernos.